Es un escenario inquietante, ¿realmente existe un modelo en el que se puede llegar a tasar el valor económico de una persona? El film Was Bin Ich Wert?, basado en el libro del mismo título de Jörn Klare, no sólo dice que sí, además arroja datos inquietantes sobre un punto de vista que, en conjunto, probablemente pasa inadvertido pero que cuando se visualiza produce un impacto verdaderamente elevado.
La buena noticia podría ser que el valor promedio de cualquiera de nosotros puede llegar a acercarse a los 2 millones de euros la noticia no tan buena es que de algún modo, efectivamente, parece cómo si nos hubieran tasado.
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El documental investiga el precio que un cuerpo puede llevar a valer en diferentes escenarios como la compensación para las compañías de seguros, las coberturas de salud o las conversaciones gubernamentales… además de la siempre oscura vertiente del tráfico ilegal de órganos. Esto ya de entrada plantea cuestiones más que delicadas a la hora de decidir cómo se trata el valor de un cuerpo y es que ni siquiera desde el punto de vista de considerar el valor corporal por piezas todas las personas valen lo mismo en estos cálculos, y, ya de entrada, advertimos, que el país de origen tienen una influencia notable mientras que otros elementos diferenciadores separan en mucho los diversos estatus sociales… como el lector ya habrá entendido no es ni un tema cómodo ni va a ser un contenido excesivamente agradable el que nos depara este proyecto.
En el cálculo del valor, siempre según este proyecto, influyen elementos diferentes, por ejemplo, si tomamos la educación como punto inicial para comenzar a adjudicar valor veremos que hoy en día en Alemania criar a un niño presenta un coste medio en torno a los 120.000 euros que asciende a 160.000 euros en caso de titulaciones y estudios superiores, comparativamente en Estados Unidos esta cifra es ligeramente superior, sin embargo, tanto el libro como el proyecto fílmico consideran que este apartado más que un gasto se toma como una inversión.
Desde el punto de vista material las cifras son modestas (y un tanto retorcidas) sobre el papel todos los materiales de los que nuestro cuerpo se compone no costarían más allá de unos 1.500 euros y eso teniendo en cuenta que el componente más caro sería de 20% de carbono que puede llegar a un coste de hasta 700 euros.
Termina la diversión empieza lo duro
Hasta este punto los cálculos podrían ser más o menos anécdotas o aplicaciones extremas de fórmulas un tanto retorcidas, sin embargo, el proyecto entrará de plano en el farragoso tema del tráfico de órganos. Se nos plantean diversos escenarios en los cuales se realizan entrevistas (en Moldavia) a tres donantes forzosos de riñón, qué engañados por una oferta de trabajo en Turquía acabaron en una mesa de operaciones: el valor que recibieron en compensación a todo esto no superó los 1800 euros.
Todo esto nos introduce en escenarios sombríos en los que los mercados ilegales de órganos muestran ser un negocio tal vez más amplio y con raíces más profundas de lo que pudiéramos llegar a pensar, dependiendo de la situación y del tipo de trasplante estas operaciones al margen de la legalidad pueden llegar a costar de media entre 50,000 euros y 150.000 euros, éstos no son los precios deluxe, se trata de trasplantes en los que en muchos casos ni tan siquiera la compatibilidad está garantizada y los negociadores no son precisamente gente con la que nos gustaría discutir y regatear una factura.
Es cierto que existe un mercado superior en prestaciones en este segmento oscuro de lujo los precios dejan de tener relevancia, aunque en el fondo los actores no dejan de ser los mismos.
Lo que vale un muerto para las compensaciones
El documental nos viene a decir que las compensaciones tras los fallecimientos parten de una idea global en la que la persona muerta equivale a una destrucción de capital concreta. Scharf nos muestra el ejemplo de lo ocurrido en Estados Unidos tras la tragedia del atentado del 11 Septiembre. Las compensaciones pagadas por gobierno estadounidense fueron multimillonarias tanto en concepto de compensación para las víctimas como para los damnificados, pero, no existió tabla rasa en estas indemnizaciones. Las diferencias realmente son duras, por ejemplo, los familiares de un banquero llegaban a percibir hasta 5.5 millones de dólares mientras que los familiares de un lavaplatos no alcanzaron una compensación superior a los $200.ooo…
Estas diferencias no son siempre iguales y van a depender evidentemente de los gobiernos y los países, pero sin embargo existen tal y como el documental y el proyecto en conjunto reflejan.
Cálculos y más cálculos
El valor promedio cercano a los 35,000 euros que el sistema de salud británico entiende que cuesta un año saludable la vida de una persona, los valores estadísticos en conjunto utilizados en algunos productos aseguradores, el concepto de valor intrínseco que se establece en un seguro de vida…en el fondo todo lo que se nos viene a proponer es nuestra presencia cada vez más detallada y amplia en diferentes sistemas de cálculo, lo que nos lleva efectivamente a consideraciones de calado profundo en las que el ejemplo de las valoraciones económicas en las compensaciones del 11S resulta clarificador ya que se utiliza un valor económico identificativo por persona como margen diferenciador…
Todo esto nos puede llevar a una sensación, bastante real por otra parte formar de formar parte de una especie de análisis de coste beneficio inmenso en el que una gran cantidad de cuestiones influyentes en nuestra vida no provienen de valoraciones más allá que los cálculos de rentabilidad económica, el documental nos sitúa en un escenario concluyente en este sentido cuando su director afirma que la permanencia de cuatro años en la educación secundaria es técnicamente más rentable que la permanencia cinco años, el motivo, la escuela ahorra un 20% de los posibles costes mientras que lanzamos al supuesto mercado laboral un año antes al trabajador, si produce antes bien, si no produce, o bien no tiene derecho a compensación o su compensación se traduce en menos coste que el que supone mantenerlo un año más estudiando.
Sí, yo también tengo ahora cierta sensación de llevar una etiqueta colgada de mi espalda ahora.