Hoy día 31 octubre se celebra el Día Universal del Ahorro. No se crea el lector que estamos ante uno de esos inventos relativamente modernos de incorporación a los días universales de… al contrario, la instauración de esta celebración cumple 89 años y, nos da pie a reflexionar sobre la evolución del ahorro durante casi nueve décadas sin duda, pero también a proponer algunas ideas prácticas como tratar de llevar a cabo un día con gasto cero.
¿Gasto Cero?
Probablemente el lector ya haya leído o escuchado en más de una ocasión sobre los días de gastos cero. Y también con mucha probabilidad habrá escuchado o leído para esos días opiniones dispares y definiciones muy diferentes entre sí. Esto tiene su lógica si entendemos que no estamos ante ningún tipo de acción reglada, sino ante una idea general que puede ser interpretada de muy diversas maneras, desde aquel usuario que decida aplicarla al pie de la letra eliminando los gastos en metálico diarios hasta reducirlos a la mínima expresión o a cero, generando un modelo de economía doméstica controlada en lo que al gasto se refiere, como aquel otro usuario que decide aplicar un día de gasto cero como parte de un modelo practico de revisión de sus gastos.
En este caso vamos a centrarnos en esta última opción; es decir vamos a plantearnos asumir la aplicación de determinados días de gasto cero para tratar de entender mejor nuestros gastos necesarios o superfluos.
¿Gastar cero?
Desde la perspectiva anterior por tanto no vamos a entender este día de gasto cero tan sólo desde la óptica de lo que nos va a proporcionar de ahorro (que en un único día puede ser relativamente poco) más bien, como decíamos, buscamos encontrar los puntos flacos de nuestra economía doméstica; esos que pensamos en muchas ocasiones tener bajo control y que sin embargo en acciones como esta nos puede llegar a sorprender por todo lo contrario.
En general aplicar un día de gasto cero tiene mucho que ver con el concepto de previsión aplicable a cualquier otro modelo de ahorro. Si lo que vamos a procurar es huir del gasto para ser después capaces de separar lo necesario de lo innecesario, lógicamente debemos tener previstas de antemano las situaciones cotidianas que generan gasto o ser capaces de renunciar a dichas situaciones.
Si el lector se para un minuto simplemente a detectar aquellos gastos diarios que pueden ser eliminados o contenidos dentro de un plan previsto de antemano, va a descubrir sin duda por dónde comenzar a aplicar su día de gasto cero; aquí incluimos cuestiones como la alimentación, el transporte, el ocio…
No nos vamos a la caverna
Es evidente, a pesar, insistimos, de que hay quien aplica de manera específica estas políticas de ausencia en lo posible de gasto diario, que no pretendemos la ausencia de consumo, que de hecho no estamos planteando una vuelta a la caverna en lo que a los gastos se refiere, pero sí un proceso de racionalización personal de los costes que generamos, un proceso en el que este posible día de gasto cero puede servir como piedra de toque practica que posteriormente nos lleve otras reflexiones como buscar el ahorro en los recibos corrientes, buscar el ahorro en los productos bancarios y, en general, optimizar al máximo nuestros gastos e ingresos, algo que siempre es importante pero que hoy en día parece fundamental.