En épocas de crisis, el consumo es el primer afectado. Existen leyes económicas que confirman que los hábitos de consumo de la gente se modifican en épocas de crisis, existiendo un traslado de la demanda hacia productos de menor calidad o sustituyendo un producto por otro de menor precio.
Precio. Esta es la variable que controla al consumo cuando la economía no marcha bien. En este sentido, surtge una pregunta: ¿que pasa con la cantidad demandada de un producto cuando su precio se modifica? El impacto total de esta pregunta se puede desagregar en un efecto sustitución y un efecto ingreso.
El efecto sustitución sucede cuando una misma necesidad se puede satisfacer consumiendo más de un bien, cuando sube su precio o cuando no se consigue. Un ejemplo bien claro de ello son las entradas al cine. Si no consigo entradas para ver determinada película en determinado cine en determinado horario, existen alternativas como esperar la próxima función, ir a otro cine o ir a ver la película mañana. Si bien no es lo mismo, puedo sustituir la película hoy por esas alternativas o simplemente por una rica cena.
El Efecto Ingreso, por su parte, es mucho más rígido. Deriva del hecho que por el aumento de un bien, o porque gano menos dinero, dicho bien es inalcanzable y eso afecta la demanda de ese bien, no pudiendolo comprar. Un ejemplo claro son los automóviles.
Tambien sucede, en este sentido, la sustitución de un bien superior por un bien inferior. Veamos: cuando me aumentan el sueldo, dejo de viajar en metro (bien inferior) para viajar en taxi (bien superior). Es importante destacar que la calificación de bien superior y bien inferior es subjetiva: para una persona, un bien puede ser superior y para otra puede ser inferior.
Un punto destacable es el que juegan las segundas marcas. Ellas se posicionan como los sustitutos más próximos a las primeras marcas, y de hecho, las mismas empresas muchas veces fabrican ambas, teniendo su propia competencia entre ellas.
Las segundas marcas son las que mejor aprovechan el desplazamiento de la demanda, siendo sus ventas mucho mayores en tiempos de crisis que en tiempo de bonanza económica. Son productos de menor costo, por ende, de menor calidad, pero que a los ojos de los consumidores son mejores que nada.