Los depósitos a plazo fijo son una forma de inversión que permite al inversor guardar su capital durante determinada cantidad de tiempo, para luego recuperar su capital más una cuota de interés, producto de la inmovilización de dicho capital.
Este concepto del plazo fijo permite a los bancos contar con un cierto capital “congelado” para realizar sus operaciones, ya sea préstamos, inversiones, financiaciones, etc. Esta inmovilización del capital puede producirse durante 30, 60, 120 hasta 360 días, dependiendo de las disposiciones del banco, lo que permite generar mayores intereses anuales cuanto más tiempo se encuentra inmovilizado el dinero.
Al congelar este dinero, el inversor corre un “riesgo”, el riesgo de no contar con ese dinero para cuando lo necesite, lo que implica que el banco lo debe retribuir con un interés, dependiente de la tasa de interés anual que maneje el banco y la cantidad de dinero que se inmoviliza.
Lo bueno de los plazos fijos es que suelen ser una herramienta poco rentable pero muy segura, para aquellos que tienen el capital en su cuenta y desean que el mismo les retribuya una pequeña ganancia. A su vez, gracias a la magia del interés compuesto, pueden volver a invertirse el dinero más los intereses, lo que aumentará, a la hora de cobrar, los intereses recibidos.
Este ciclo de inversión de capital más intereses permite acelerar exponencialmente el crecimiento del capital, ya que, a más capital invertido, mayores intereses recibidos, que luego serán depositados con el capital para generar así un crecimiento del dinero depositado sin demasiado esfuerzo de nuestra parte.
Casi todos los bancos y agentes financieros ofrecen plazos fijos a sus clientes ya que es el método de inversión más básico y extendido que posee el mundo hoy. Si no sabe en qué invertir, busque una buena tasa de interés e invierta en plazos fijos.