Grecia amenaza con el default de su deuda soberana si no recibe dinero fresco que le permita salir del pozo al que entraron sus finanzas. Y no es Grecia la única que piensa en un posible default, sino que el mercado descuenta, al menos, una reestructuración de la deuda griega.
Las cosas no están fáciles en Europa, y particularmente, en los países periféricos: Grecia, Portugal, Irlanda y España. La presión que está ejerciendo el mercado sobre varios de estos países los está empujando poco a poco a caer en las garras de especuladores, que con sus ataques mellan o, cuanto menos, ponen en evidencia las debilidades de sus economías.
Algunos consideran a Grecia una segunda Argentina y toman nota del sorprendente paralelismo con el país que en 2001 estableció el récord de incumplimiento de pagos más grande del mundo. Otros, como el primer ministro griego, ven difíciles los problemas del país pero manejables, y se quejan de la interferencia de especuladores extranjeros.
Evitar el incumplimiento de pagos puede ser posible, pero no será fácil. Uno sólo tiene que mirar los datos oficiales, incluida la deuda externa de Grecia, que asciende a un 170% del PIB, o al enorme déficit fiscal del gobierno (casi del 13% del PBI). El problema no sólo es de números, también es de credibilidad. Gracias a décadas de escasa inversión en la capacidad estadística nadie confía en las cifras del gobierno griego. Tampoco inspira confianza la historia de incumplimientos de pagos de Grecia.
Para hacer un poco de historia, Grecia ha estado en default aproximadamente una vez cada dos años desde que ganó la independencia por primera vez en el siglo XIX. La pérdida de credibilidad, si se presenta, puede dañar seriamente y rápido. En efecto, la evidencia histórica puede ser el golpe de gracia que no necesita ni desea Grecia.
Sin embargo, la historia es pocas veces tomada como ejemplo por los economistas, a apesar de que puede enseñar muchas cosas. Sin ir más lejos, esta crisis de la deuda soberana se venía venir: después de una ola de crisis bancarias, a menudo le sigue otra ola de incumplimientos de pagos de la deuda soberana y reestructuraciones. Esta correlación no sorprende dado el masivo acumulamiento de deuda pública que típicamente experimentan los países después de una crisis bancaria. Sin duda, esto es lo que estamos viendo en esta ocasión, en la que la deuda de los países en crisis ya ha aumentado más del 75% desde 2007.
Lo concreto es que, presionado por los mercados financieros y mientras varios sindicatos preparan huelgas para los próximos días, el gobierno de Grecia advirtió que necesita 9.000 millones de euros de ayuda a más tardar el 19 de mayo y que, de lo contrario, podría entrar en suspensión de pagos.
Todos juegan su juego: Grecia necesita dinero y presiona. Alemania no quiere poner un euro y presiona. Algunos países europeos piden apurar las ayudas a Grecia y presionan. Los griegos no quieren pagar la fiesta de los últimos 10 años y presionan. Los especuladores quieren ganar dinero y presionan. Los inversores no quieren perder dinero y presionan. Todos ponen sus fichas en el tablero, pero ¿Adonde llegaremos? Solo Dios sabe, pero habría que presionarlo para que la crisis no llegue a mayores…