Entrar y salir en los mercados es probablemente la decisión más compleja para un inversor novato. Y, reduciendo aún más el asunto, resulta más complejo elegir cuándo salir y vender una acción que cuando comprar, ya que, teóricamente el nivel de información que se maneja cara a la compra anima más que una decisión basada en un resultado positivo (entonces no nos queremos ir) o negativo (entonces queremos esperar para remontar)
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Cuanta más información posea el inversor novato, va a tener una mayor armadura de defensa ante las decisiones difíciles, incluyendo la de vender o continuar. Con los años los inversores más avezados añaden al innegable porcentaje de suerte y olfato una enorme componente de ciencia y observación, en mucha mayor medida que lo intangible que también existe.
Es decir, tenemos herramientas en las que podemos confiar en un porcentaje elevado para tomar decisiones, sin embargo, el inversor novato tiene una tendencia innata a moverse por impulsos, y fundamentalmente por un impulso muy difícil de controlar: el pánico.
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Dejarse dominar por el pánico significa que en el momento en el que la acción da señal de retroceso, o el mercado tiene un movimiento negativo, el inversor automáticamente tiene una reacción emotiva y se lanza a la venta. Es un error del cual los inversores avezados y de más éxito han conseguido por supuesto librarse protegiendo su inversion.
La venta de acciones tiene que tener una disciplina del mismo modo que lo tiene la compra. Y de hecho, es una de las cuestiones que más debe trabajar y estudiar el inversor novato; saber cuándo se deben vender es fundamental, tanto o más que saber cuándo comprar.
Una de las reglas interesantes en este sentido por el inversor novato es de ganancia por acción a partir de la cual retirarse. Esto es muy interesante porque nos obliga a dos cosas muy importantes en la inversión, por un lado una planificación de lo que estamos haciendo, un estudio del activo en el que vamos a entrar, con lo cual podemos llegar a conocerlo mucho mejor que en una compra impulsiva, pero, por otro lado nos obliga a vender una vez llegado a un punto determinado, incluso si la acción puede seguir apuntando a crecimiento. Esto es muy interesante e importante, ya que la disciplina de compra y venta y el cumplimiento de los riesgos proyectados están en la base de la buena gestión de las inversiones propias.
Las señales básicas antes de vender una acción
Podríamos estar horas girando alrededor de las diferentes señales que un activo nos puede enviar, realmente para un inversor novato hay cuatro o cinco que siempre debieran ser tenidas en cuenta para animarse a la venta de una acción:
- Cambios en la dirección o la presidencia o gerencia de la compañía por la que hemos apostado.
- Aparición o relanzamiento en el mercado de un competidor verdaderamente fuerte para el activo que tenemos contratado.
- Movimiento de salida de acciones de la compañía, si es además por parte de los propios ejecutivos la luz roja se debe acompañar de sirenas.
- Un crecimiento anómalo en la compraventa de las acciones, estos movimientos suelen concluir con modificaciones en el precio.
- Fusiones o compras por parte de otras compañías, pueden tener el efecto contrario efectivamente, pero también pueden hacer bajar el valor de nuestras acciones de manera vertiginosa y muy rápidamente.
- Un estado de cuentas de la compañía negativo no sólo porque acumule deudas, sino porque no exista una política de crecimiento y expansión clara, que nos permita percibir que nuestra activo sigue siendo competitivo al sector y puede crecer.