Es probable que a más de un lector no le parezca muy buena idea emplear una pequeña parte de su tiempo en diseñar una optimización de los gastos que le puede llevar a ahorrar, en el conjunto de la economía doméstica, cantidades sorprendentes. Nosotros recomendamos que llegue hasta el final en estas sencillas ideas que le proponemos, y, si no las llevaba a cabo hasta ahora, calcule lo que le puede suponer efectivamente de ahorro al cabo de un año.
Vamos a centrarnos, como el título del artículo indica, en tratar de optimizar nuestros gastos bancarios cotidianos, esos gastos que se generan en la actividad diaria con los productos más comunes y que al final del año acaban sumando cifras importantes, probablemente y si nunca le ha prestado atención anteriormente, bastante más importantes de lo que puede llegar a pensar.
Pagamos en efectivo o pagamos con tarjeta
El verano no es un mal momento para poner en práctica la sencilla prueba de comenzar a pagar nuestros gastos en efectivo. Probablemente el primer impulso hacia esto, en aquellas personas que utilizan habitualmente la tarjeta de crédito, sea de rechazo con el engorro que puede suponer manejar efectivo, y, en el caso de las tarjetas sin comisión sobre pago, considerar que el ahorro ya está implícito en la operación. Pero también podemos mirarlo de otra manera; la no percepción visual, el hecho de no manipular el dinero físicamente, genera una falsa sensación de seguridad y por tanto un menor control sobre el gasto, no es lo mismo disponer de 100 € en la cartera y salir de compras que disponer de 100 € en la tarjeta y salir de compras, con toda probabilidad en el primero de los casos vamos a pensar más el conjunto de gastos y a dudar sobre quedarnos sin dinero en la cartera, es una acción refleja, por probar no se pierde nada y sin embargo se puede ganar, efectivamente.
¿Para qué tantos productos?
Si no lo ha hecho ya es obligatorio realizar una revisión sobre el número de cuentas bancarias y tarjetas de crédito y débito que posee. En muchas ocasiones se han mantenido un número de cuentas similar a los que se mantenían en épocas de bonanza económica, esto es un error no sólo desde la perspectiva de los gastos y comisiones de las cuentas bancarias y el resto de productos, sino también desde la dispersión y la falta de control en caso de uso, por ello la mejor recomendación es agrupar los productos y quedarnos con los verdaderamente imprescindibles, que a ser posible debía coincidir con los más baratos en cuanto a gastos y comisiones.
La información es nuestra amiga
Tenemos una tendencia innata a desechar de manera casi automática lecturas como las informaciones bancarias, o las letras pequeñas de determinados contratos de compra-venta o servicios, fundamentalmente en estos últimos.
En los tiempos que corren manejar el máximo de información sobre nuestros propios productos financieros y por supuesto, sobre las operaciones, compras o servicios que demandamos, resulta fundamental a la hora de planificar su repercusión sobre nuestros gastos corrientes. Esto por supuesto no sólo es aplicable a los productos bancarios, sino extensible a todo tipo de contrato de servicios.
Descubiertos no gracias
Nos referíamos en un artículo anterior a los descubiertos como un arma de doble filo muy peligrosa. En la medida de lo posible, que realmente debiera ser siempre, debemos huir de los descubiertos, es preferible incluso llegar a asumir los costes de devolución de un recibo determinado, con su correspondiente recargo, que los costes que un descubierto nos genera habitualmente.