La frase, una retirada a tiempo es una victoria, atribuida a Napoleón Bonaparte, tiene desde luego múltiples aplicaciones al margen de lo bélico. Llevada al terreno financiero cobra si cabe más relevancia en tiempos revueltos donde la decisión de retirarse es tan estratégicamente importante o más en ocasiones que la elección del momento de entrada en una inversión. Repasamos cinco estrategias que pueden ayudar a salir de una inversión en el momento justo.
Hay muchos modelos de entrada y salida en las inversiones, sin embargo, probablemente sea el que nos habla de la elección de la inversión (en proporción al riesgo) el que mejor puede llegar a determinar cuándo vamos a entrar y salir airosamente o no.
Poniendo las ideas en marcha
Para el pequeño inversor la elección del fraccionamiento de sus capitales es una auténtica tortura psicológica. Decidir el destino de las diferentes partes, dividirlo según modelos diferenciados de inversión ahorro, seguir las evoluciones de todos estos procesos, es una tarea no muy aconsejable para quien además debe cumplir con sus obligaciones profesionales y personales al margen. Si bien nunca parece recomendable apostar todos los capitales a un único activo o inversión, si nuestra cartera se encuentra lo más agrupada posible nos va a permitir tomar las mejores decisiones de entrada y salida en los diferentes productos, reducir la presencia no significa perder posición de fuerza inversora. Por tanto, concentrar más el capital y trabajar sobre una diversificación racional ajustada nuestra realidad es una primera buena idea.
No hay que dejar espacios muertos entre inversiones o aportaciones. Esta es una tendencia natural ya que, habitualmente entre inversiones o aportaciones nos movemos en espacios relativamente cortos, sin embargo, da igual el modelo de inversión en que estemos participando, del mismo modo que tenemos prevista más o menos la dirección de nuestras inversiones, siempre debemos tener en la recámara productos puente o inversiones eventuales para qué nuestro dinero no deje de trabajar en ningún momento. Es cierto que la rentabilidad de estos productos ha disminuido mucho, pero, no es menos cierto que el producto inactivo aunque sea por la propia inercia de la actividad, es menos interesante.
La entrada y salida en los mercados
La duda sobre entrar o salir de los mercados según los sentimientos inversores es elevada para prevenir inversor. La opción de volverse más agresivo cuando sentimientos de mercados bajista está ahí, y, puede ser aprovechada si se cumple con una serie de cuestiones añadidas. Se supone que en un momento de sentimiento invasor bajista una gran parte de de los inversores o al menos parte significativa puede llegar a entrar en pánico y vender, este es un momento para aquellos a los que no les tiembla el pulso y son capaces de aguantar asumiendo que el riesgo existe; históricamente los mercados mundiales de renta variable siempre se han recuperado, pero, por otro lado, nunca va a existir una garantía de que las acciones vayan a volver al punto histórico en el que comenzaron a derrumbarse, por tanto, aun siendo una opción interesante, requiere de un control muy elevado por parte del inversor.
Declarar la guerra a los costes para buscar obtener la mayor rentabilidad a la mayor velocidad posible y, por tanto retirarnos antes. No estamos hablando solo de los costes relacionados directamente con la inversión, es decir comisiones, tasas y gastos, estamos hablando en general de declarar la guerra a los costes de todo nuestro patrimonio financiero a todos los niveles. Un buen ejemplo de esto lo podemos obtener con la revisión de nuestros productos de aseguramiento, hoy en día el sobre aseguramiento es una constante debido a las múltiples pólizas asociadas a productos, mientras que, por otro lado, aunque no tanto en nuestro país, la acumulación de seguros y primas a pagar anualmente se ha convertido en un problema que muchas personas deben sortear.
La importancia de los objetivos
Tener claros los objetivos. Podemos ser unos finos estilistas de la inversión, podemos tener una especie de sentido arácnido del momento de la salida en una inversión e incluso, cuando debemos retirarnos de manera general, aquello de disfrutar de la vida tras años de tensiones, sin embargo, en una situación en la que el riesgo de la inversión es una constante, no tener objetivos a corto, mediano y largo plazo es el peor enemigo para poder ser capaces de valorar realmente dónde debemos entrar, cuando debemos salir y cuando debemos retirarnos. Los objetivos, los que nos marcamos y cumplimos incluso cuando nos obligan a retirar en la primera fase alcista de euforia, son sin ningún género de dudas los mejores amigos del inversor equilibrado.
El grave error de la entrada y salida constante
La democratización del acceso a la inversión, gracias en buena medida a la irrupción de Internet y las opciones generadas en los portales de inversión en la red, ha creado toda una variedad de pequeños inversores e inversores casuales que colocar su dinero en los mercados siguiendo habitualmente las teorías con los patrones de los inversores más avezados.
La idea básica de comprar barato y luego vender caro parece ser una de esas máximas que todos buscamos, y sin embargo, desafortunadamente suelen convertirse en todo lo contrario, compramos caro cuando creemos que es barato y vendemos posteriormente barato por necesidad.
Si echamos un vistazo al inicio de la crisis financiera de la pasada década, vemos como ya desde comienzos del año 2008 tanto los inversores particulares como los institucionales salieron en estampida de los mercados ante la caída de la bolsa con un 40% de retroceso. La tendencia de salida en los peores momentos es una constante, del mismo modo la tendencia a entrar de manera inadecuada también lo es. En general entramos y salimos mucho más de lo necesario y además lo hacemos a destiempo.
Cuando se analizan las finanzas de manera conductual se viene a afirmar que como inversores somos gregarios, es decir seguimos una mentalidad del grupo en la que invitamos el comportamiento de los demás sobre todo en los momentos de incertidumbre o negativos. Esto es pensar directamente que la mayoría siempre tiene la razón, pero obviamente y tal y como se generan los resultados en las inversiones, podemos comprobar que no la mayoría siempre tiene la razón. Por otro lado basar nuestras decisiones en la actitud generalizada de la masa no tiene mucho sentido ya que cada persona y cada objetivo financiero realmente es diferente y es sobre esto, sobre el objetivo financiero personal sobre el que siempre debiera descansar nuestra actitud inversora.
Existe una teoría muy interesante, del premio Nobel Daniel Kahneman que viene a afirmar que una pérdida en la inversión produce un impacto 2,5 veces mayor que una ganancia de la misma cantidad. Esto significaría que el impacto positivo de 25.000 € sería equivalente al impacto negativo de perder 10.000 €. Obviamente esta desproporción nos convierte en carne de cañón ante el pánico ya que, para poder asumir una pérdida de 10.000 € estamos pensando en una ganancia de 25.000 €: los movimientos negativos en el mercado que hagan no quiera compensar las pérdidas, sino desmoronarse nuestra previsión y percepción de ganancias, pueden llevarnos inmediatamente al pánico y entender que es mejor perder un poco, aunque se poco siempre es un resultado negativo contra nuestros intereses.
Todo esto lleva a un volumen de entrada y salida en los mercados poco recomendable y desde luego poco eficaz para nuestro bolsillo. La combinación de asimetría entre lo que esperamos ganar y lo que asumimos perder junto al carácter gregario de nuestra inversión nos convierte en sujetos inestables, dispuestos a abandonar una apuesta de manera inmediata, pero también a entrar en inversiones poco meditadas.