Poco a poco nos vamos dando cuenta que cada vez quedan menos opciones de inversión. Es decir, menos opciones de inversión que nos deparen rendimientos positivos. ¿Las bolsas? Está en mínimos históricos. ¿Los fondos de inversión? La mayoría con pérdidas y los que no, con rentabilidades marginales. ¿Las letras del tesoro? Rinden menos que el IPC. ¿Los depósitos? Para acceder a una buena rentabilidad hay que cambiar constantemente de banco…
Sin embargo, la volatilidad de los mercados y el encarecimiento del crédito han logrado abrir una nueva puerta, que hasta hace unos meses no era atractiva: los bonos corporativos.
En los últimos años, el reducido nivel de los tipos de interés oficiales y la solidez corporativa permitían a las empresas y los bancos lanzar deuda con una rentabilidad muy baja. Pero ahora este panorama es diametralmente distinto. El acceso a nuevo crédito se ha restringido como consecuencia de la crisis financiera, y en lo que se respecta a la deuda privada esto se ha traducido en un importante aumento de los rendimientos.
Actualmente, el interés medio que ofrecen los pagarés de las empresas ha crecido hasta el 5,4%, 127 puntos básicos por encima de las letras, sus grandes competidoras. Y eso no es todo: los brokers subrayan es que el terreno está abonado para que el valor que ya ven en la actualidad se incremente en los próximos meses. Empresas como Telefónica o Repsol y entidades financieras como Santander ofrecen unos rendimientos comprendidos entre el 5% y el 6% anual en títulos emitidos a corto plazo.
Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas cuestiones para nada menores: aquí también se cumple la regla de “a mayor rentabilidad, mayor riesgo”. Por esta razón, para conservar la seguridad de nuestra inversión es conveniente elegir compañías de calidad, ya que no hace falta buscar las compañías con un riesgo de impago mayor para encontrar rentabilidades atractivas. Para ello, la selección se debe hacer mediante las famosas notas crediticias que las agencias de calificación otorgan a las compañías o bancos y decantarse por las firmas que poseen el grado de inversión, que es la etiqueta con la que se identifica a las más solventes.
En segundo lugar, conviene elegir los plazos cortos. Es decir, invertir en títulos de cinco años de vida como mucho. Sobre todo, porque los de mayor plazo contienen un riesgo mayor y el rendimiento que ofrecen no es comparativamente tan alto como para compensarlo.
Por último, en la elección hay que dejar de lado a las empresas cíclicas, aquellas que se ven afectadas por los altos precios de las materias primas o las que tengan mucha deuda acumulada.
Lo más recomendable es poner el radar para interceptar las próximas y jugosas emisiones que llegarán al mercado en los próximos meses. Y aprovechar las oportunidades sin olvidar las recomendaciones vertidas