En esta oportunidad vamos a explicar, como parte de nuestra sección Guía para Consumidores, el concepto del dividendo.
Tanto a fines del año pasado como a comienzos de este, vemos como numerosas empresas promocionan el reparto de los dividendos. Las que lo hicieron en forma anticipada a fines de 2009, buscaban estimular a sus accionistas con una ventaja impositiva. Las que no lo han hecho, en general, ya han publicado la fecha en que este beneficio tendrá lugar, pero… en la práctica… ¿Qué es el dividendo?
El dividendo es la retribución que recibe quién posee acciones de una empresa. Esta retribución es representativa del reparto del beneficio obtenido por la emisora.
El dividendo constituye la retribución por la inversión efectuada, es decir, por el capital aportado a la empresa. Cada empresa debe decidir el porcentaje que destina al pago de dividendos. Para poder repartir un dividendo, sin duda es necesario haber obtenido en forma previa un beneficio, es por ello que muchas veces vemos como sinónimo de “buenas opciones de inversión” las acciones correspondientes a las empresas que reparten dividendos.
Los dividendos podrán ser repartidos en dinero o en acciones. Si se reparten en dinero, por cada acción poseída se recibirá cierta cantidad de dinero. Si se reparten dividendos en acciones, se recibirá una acción por un determinado número de acciones poseídas. Por ejemplo, se recibirá una acción por cada 50 acciones poseídas.
En general, la legislación de los distintos países pone límites a la distribución de dividendos, obligando a las empresas a reinvertir una parte de los beneficios. Esta situación es lógica, ya que si periódicamente las empresas reparten entre sus accionistas la totalidad de los beneficios obtenidos, ante cualquier eventualidad se verían ante una potencial descapitalización.
En realidad, encontrar el equilibrio entre dividendo y reinversión es complicado, ya que debe ponderarse la remuneración a quienes han confiado en la empresa y han aportado capital mediante la adquisición de las acciones, por un lado, y por el otro el riesgo que supone la descapitalización y con ello la supervivencia de la empresa