Aplicaciones y legislación: condenados a entenderse

El reciente revuelo mediático levantado por la posición del gobierno ante la aplicación para compartir vehículo Uber no deja de ser sino una muestra más de cómo la enorme evolución de las apps está obligando a una toma de postura legislativa que, aún, es confusa y en parte punitiva, pero que probablemente no va a tener más remedio que aceptar hacia dónde caminan estas nuevas herramientas.

Existen dos motivos fundamentales que justifican esta nueva realidad y los escenarios que vamos a contemplar en los próximos años; por un lado el triunfo aplastante del uso de los dispositivos móviles para la conexión a la red, por otro lado el crecimiento exponencial en el diseño y creación de aplicaciones.

Aplicaciones

Hoy en día no encontramos prácticamente ningún segmento para el que no existan centenares o como mínimo decenas de aplicaciones, desde los propios productos financieros y su gestión, hasta el control de la economía personal, pasando por cuestiones que pueden parecer inverosímiles la industria de las aplicaciones ha llegado a tal nivel que se prevé que para antes del año 2020 tan sólo el 0.1% de las nuevas que se lanzan al mercado podrán llegar a sostenerse, no por falta de calidad en general sino por un auténtico exceso en la oferta…

Por tanto los nuevos panoramas que estas herramientas proporcionan, como en el caso de las destinadas a compartir vehículo, van a obligar necesariamente al futuro a nuevos conceptos legislativos; pongamos ejemplos claros, toda la corriente de nuevas aplicaciones que invitan al usuario privado para alquiler de determinadas propiedades como por ejemplo vehículos, de manera privada y entre particulares, sin duda un terreno espectacular para el desarrollo pero también un terreno donde las leyes tienen necesariamente que reinventarse o adaptarse.

Mientras tanto en el caso de las finanzas y de los productos financieros, la avalancha de lanzamientos en los últimos seis meses completará un panorama de aplicaciones realmente amplio en el que, quien no confía la gestión de sus finanzas domésticas a una de estas herramientas no es porque no encuentra la que se adapte a sus necesidades, es porque no lo desea, ya que las ofertas son tantas y tan específicas y configuradores que es imposible no encontrar una que podamos manejar con respecto a nuestra economía particular.

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