Saturación apps ¿usamos más aplicaciones de las necesarias en la empresa?

Recapacitemos un poco. Pensemos en el número de interacciones que al cabo del día hacemos con aplicaciones, incluyendo aquí por supuesto también las que hacemos con redes sociales, intranets o similares. Calculemos ahora el tiempo invertido en todo esto y valoremos la productividad… puede que nos llevemos alguna sorpresa.

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La conectividad se ha multiplicado de tal modo en menos de una década que hemos llegado a un punto en el que cada vez son más las voces que hablan de una saturación en el uso de aplicaciones.

Esto en la vida real ya es palpable, no tenemos más que echar un vistazo al número de lanzamiento de nuevas aplicaciones y los porcentajes de éxito de estas. Hace cinco años los ratios de éxito, es decir las que se mantenían en el mercado tras su lanzamiento al menos durante un año, venían a suponer más del 12% de las nuevas apps, hoy en día ese porcentaje está ya por debajo del 1%, y acercándose cada vez más a cifras irrisorias. Es cierto que ha aumentado el volumen de aplicaciones de lanzamiento, pero también es cierto que como usuario individual cada vez somos más selectivos con lo que descargamos.

Las apps en la empresa

En el mundo empresarial el uso de las aplicaciones ha pasado por una paradoja interesante.  En un tiempo récord se modificó una postura casi negativa con respecto al uso de este modelo de conectividad, incluido las aplicaciones prácticas, ya que, se consideraba, salían demasiado de los raíles de las estructuras de la empresa, y pasó a todo lo contrario, a una especie de barra libre en la que pareciera que no utilizar aplicaciones fueron sinónimo de desastre empresarial.

Se suele decir que el equilibrio es encontrar el punto justo de la funcionalidad y la productividad, al menos desde el punto de vista de la empresa, en este aspecto cada vez los especialistas apuestan más por un autocontrol individual en el uso de las herramientas tecnológicas, pero también, por un uso más racional en el marco de la empresa.

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Si tomamos como ejemplo el uso de las redes sociales en el ámbito profesional veremos como todo apunta en una misma dirección: la racionalización del uso de estos instrumentos, la señalización de fronteras más sólidas entre lo personal y lo profesional, hoy en día muy difusas, y los mecanismos de aprovechamiento productivo mejorado, que desde luego no apuntan a un mayor número de horas interactuando con estas herramientas, sino todo lo contrario.

Hemos pasado por una etapa de hiper conectividad, y nos guste más o menos, reconociendo por supuesto la necesidad de las herramientas tecnológicas y su aportación a la productividad de la empresa, a medio plazo se impone esta racionalización que probablemente conlleve una cierta tendencia a la desconexión parcial de estos instrumentos.

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