No es ningún secreto que vivimos en un mundo altamente proteccionista, donde esta sea quizá una de las razones de la magnitud de la crisis financiera.
Comencemos por la definición de Proteccionismo: el proteccionismo es el desarrollo de una política económica en la que, para proteger la producción de productos del propio país, se imponen limitaciones a la entrada de similares o iguales productos extranjeros. Esto es, se limita la importación de mercancías mediante la imposición de aranceles e impuestos que producen un efecto de encarecimiento del producto de tal manera que no sea rentable.
El razonamiento es bien simple, y se atribuye a Abraham Lincoln la siguiente afirmación: «Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero».
Los argumentos a favor del proteccionismo esgrimidos por sus defensores son:
- razones de seguridad nacional e independencia económica
- aumentar el nivel de desarrollo industrial, imposible inicialmente sin algún tipo de protección o tutela,
- superar desequilibrios crónicos de la balanza de pagos
- conseguir un desarrollo económico armónico entre las diferentes regiones del territorio y áreas de la actividad económica.
La razón principal que esgrimen los proteccionistas, sin embargo, es la de alcanzar la autarquía nacional, es decir, la autosuficiencia de su país en materia económica. En cuanto se pusieron difíciles las cosas en la crisis 2008-2009, los países decidieron cuidar sus industrias y fuentes de trabajo frente a la recesión mundial, y han cerrado sus fronteras a productos importados.
Esta crisis financiera ha mostrado lo peor de los países en cuanto al libre comercio. En la reunión del G-20 en Washington, todos los países dijeron que estaban contra el proteccionismo. No obstante, en los siguientes seis meses, 14 de los 20 países establecieron una u otra medida de proteccionismo, algunos incluso elevaron los aranceles y cerraron importaciones.
El mejor ejemplo del viraje al proteccionismo de Estados Unidos es el programa “Compre estadounidense” impulsado por el Congreso, incluido el reciente programa “efectivo por chatarra”.
Pero donde más se nota el proteccionismo en la Organización Mundial de Comercio. La Ronda de Doha, una gran negociación emprendida para liberalizar el comercio mundial, lleva ya 8 años sin acuerdo. Su objetivo apunta a completar un tema que había quedado pendiente de un gran ciclo anterior (llamado Ronda de Uruguay) y que no es otra cosa que el comercio agrícola.
En esta etapa, los países emergentes tratan de obtener un acceso libre de obstáculos para sus producciones agrícolas en los mercados de los países centrales. Esto significa que las grandes potencias deberían eliminar o reducir, en forma significativa, la protección que dan a su agricultura por la vía de subsidios directos a los agricultores o de subsidios a las exportaciones.
Esta es otra forma de proteccionismo. Al subsidiar su propia producción, los países encarecen los productos importados y dejándolos fuera de competencia.
En Doha se estableció un tiempo límite para eliminar totalmente los subsidios a las exportaciones agrícolas: esa fecha es el 2013. Estas negociaciones hasta ahora han fracasado, y con el advenimiento de la gran crisis financiera, un acuerdo está más lejos que nunca. Los bandos están bien delimitados: Estados Unidos por un lado, los países emergentes -con Brasil, China e India a la cabeza- por el otro. En el medio, la Unión Europea, que intenta hacer equilibrio pero que se encuentra mucho más cómoda con la posición de los estadounidenses.