¿Qué tienen en común la situación actual y el panorama económico de la década del 30?, ¿Qué nos dejó la cumbre del G-20?, ¿Volveremos al proteccionismo?
Las preguntas son muchas y la situación económica está cada vez más caliente. Las dudas sobre la sostenibilidad económica de algunos países de la zona euro, preocupan a políticos e inversores de todo el mundo.
Primero fue Grecia, después Irlanda, y ahora ya se está pensando en Portugal. Asimismo las dudas se encuentran germinando en torno de la situación económica de España, aunque los voceros defiendan que el panorama económico español, no resulta comparable al de los países que requirieron el rescate financiero.
La guerra de divisas se ha desatado ya hace un tiempo, y constituyó uno de los temas centrales de la cumbre del G-20. Sin embargo, la misma ha finalizado y las soluciones no se han encontrado. China y EE.UU. se han acusado una a la otra de manipular sus monedas, en busca de una ventaja competitiva en términos comerciales.
Parece que los líderes del mundo no han comprendido que las soluciones deben ser inmediatas. Largamente se ha deliberado acerca de los riesgos que podrían acarrear una nueva guerra de divisas o una guerra comercial, sin embargo, éstas ya se encuentran en pleno desarrollo, y nadie parece comprender que el desastre ya está en marcha.
Si bien, se han puesto de acuerdo sobre el tema de que el proteccionismo y las barreras comerciales no volverán a gobernar el intercambio comercial internacional, el panorama actual se parece mucho a aquel que dio lugar al proteccionismo en la década del 30.
Si hacemos un poco de historia vemos que la guerra comercial de aquel entonces se inició con la implementación desde EE.UU., del arancel Smoot-Hawley en 1930. Esta medida fue respondida por la entonces potencia mundial, Gran Bretaña con la puesta en práctica de la Ley de Derechos de Importación en 1932, la cual fue secundada por la Preferencia Imperial. Así alrededor del mundo se fueron levantando uno tras otro los altos muros que impidieron el libre comercio, que supuestamente iba a ser facilitado por el patrón oro.
En cuanto a las monedas, recordemos que durante la década del 30 el mundo abandonó el patrón oro, en el medio de una guerra de monedas. La guerra de divisas de aquel entonces fue encabezada por Gran Bretaña, en septiembre de 1931, cuando dejó de lado la paridad de la libra-oro.
EE.UU. no tardó en responder y abandonó el patrón oro en 1933. Esta medida fue seguida por un intento del presidente Franklin D. Roosevelt de reducir el valor oro del dólar, con el objetivo de aumentar los precios.
En ese momento se optó por aumentar el precio al que el gobierno compraba oro de la casa de la moneda. Como consecuencia de esta medida, el precio del oro incrementaba en términos relativos respecto del dólar, y cada unidad del billete verde costaba menos en términos de oro.
Así los precios internacionales, fijados en dólares se abaratarían facilitando las exportaciones, al tiempo que el aumento de los precios internos favorecería a los agricultores.
Sin embargo, este resultó ser otro ejemplo de cómo muchas veces las teorías económicas no producen el efecto deseado, ya que los precios internos no sólo no aumentaron sino que continuaron disminuyendo en todo el periodo en que se aplicó esta medida.
Es por ello, que se prevé que las medidas que en la actualidad está aplicando la FED, basadas en la inyección de dinero para provocar un efecto sobre los precios de los bienes y servicios, tampoco provoquen los efectos deseados y en la práctica sólo constituyan una medida de manipulación del dólar.
La consecuencia histórica nos demostró como la manipulación del precio del dinero, de parte de las grandes potencias, provocó la caída del patrón oro en 1936 en el bloque europeo, que por aquel entonces estaba encabezado por Francia, y constituía una estructura similar a lo que hoy representa la zona euro.
La imposibilidad de los líderes mundiales de llegar a un acuerdo sobre los tipos de cambio y el manejo de las reservas, nos pone en la antesala a la situación de la década del 30. Experiencia mediante esperemos que los hechos no se repitan… después de todo, demostraron su inconveniencia hace casi 80 años.